A mis amigos que creen que otro México es posible.

Por Oscar Juárez, politólogo.

El partido del presidente tiene una intención de voto de más de 50 % en las elecciones concurrentes del próximo verano mexicano. La distancia entre Morena y la coalición opositora hace parecer un exceso el reciclaje de cuadros priistas y panistas en candidaturas que estarían ganadas por morenistas si hoy fueran los comicios. El malestar de las bases orgánicas guindas es razonable. ¿Por qué empoderar de nuevo a los vestigios neoliberales, marginar los propios cuadros de relevo generacional y erosionar la narrativa progresista?

Ensayemos una respuesta revisando, primero, la radiografía del votante morenista y el formato partidista para comprender la posible racionalidad política del reciclaje conservador puesto en marcha en el proceso interno de Morena.

El votante morenista.

El voto de continuidad de la 4T está construido sobre la confianza de los mexicanos más pobres que encuentran en la política social y salarial obradorista una respuesta concreta a su diaria lucha por la existencia en una sociedad brutalmente desigual como es la sociedad mexicana. 2 de cada 3 votos morenistas provienen de los segmentos socioeconómicos D y E. Morena alcanza también apoyo electoral a su plataforma de primero los pobres en el segmento C y disputa con vigor simpatías entre los apartidistas de C+ y B-.

Pero… ¿y dónde viven esos votantes?

La política líquida de la 4T.

La debilidad orgánica del partido-movimiento está precisamente en el territorio. Morena capitaliza la narrativa emocional presidencial centrada en el repudio a la clase política tradicional, el soporte electoral es más mediático que estructural. No hay una organización articulada entre el votante y la urna. El voto es líquido. Brota de lo social sin drenes y diques que lo canalicen. No es de nadie, no es corporativo; tampoco está focalizado por sección electoral. De ahí el carácter de movimiento que tiene Morena.

Imagen: Oronoticias

El pueblo no está del todo organizado, aunque debería de estarlo mediante el partido después de seis años de gobierno. Sigue fluyendo, agitado en el México profundo y olvidado de la pobreza. La fuerza del movimiento obradorista, por su carácter líquido, no ha sido capaz aún de ser partido político, pero sí ha sido capaz de romper los contenedores sistémicos construidos por las élites del Pacto por México y emplazarlas hacia un nuevo arreglo institucional; más incluyente y justo.

Y Morena para eso, dice ocupar de una mayoría legislativa estable.

La idea de gobierno unificado.

México apostó en su transición política de fin de siglo por activar los contrapesos constitucionales y atemperar así su vocación histórica presidencialista priista. La legislatura federal de 1997 marca el primer gobierno dividido del país y, en teoría siguiendo a J. M. Colomer, el nacimiento de una democracia consensual donde todos deberían ser representados y con los suficientes incentivos racionales para el acuerdo político.

La realidad fue otra. La representación legislativa colocó en el centro los intereses partidistas de las élites para poder chantajear la agenda presidencial. Fox padeció eso con su propia bancada. Calderón con la bancada priista y Peña mejor armó de facto una mayoría legislativa estable mediante un gobierno de coalición con PAN y PRD para hacer viables las reformas neoliberales pendientes desde el Salinato.

Hoy pareciera que la apuesta electoral de la dirigencia morenista es construir esta mayoría estable desde las urnas con un amplio acuerdo con diversos cuadros provenientes del Pacto por México y en abierta disidencia con Alito Moreno y Marko Cortés.

¿Es posible?

Los datos de intención de voto de continuidad y aprobación presidencial dicen que sí es posible lograr el primer gobierno unificado de la transición mexicana.

¿Con qué fin?

El discurso electoral de Morena asegura que el gobierno unificado con mayoría legislativa estable es necesario para construir un nuevo Estado de Bienestar. De eso trata la 4T.

Imagen:Foro Jurídico

¿El fin justifica los medios?

Si la distancia electoral entre la primera y la segunda fuerza es de + 20 puntos, obsequiar candidaturas es un despropósito o hasta un pragmatismo ingenuo.

Si el bloque de votantes apartidistas indecisos que no aprueban al presidente y que además pueden optar entre una abstención activa o un voto retrospectivo de castigo a Morena es mayor a + 20 puntos, entonces el fin justifica los medios; sin embargo, los partidos del Pacto por México también carecen de la capacidad territorial para movilizar ese voto.

¿Hacer partido o juntar el agua con el aceite?

Y es que, en el pecado, Morena lleva la penitencia. La falta de estructuras seccionales para el activismo, la promoción y la movilización electoral que debieron ser construidas desde el partido para hacer partido y ganar elecciones, no existe. Hay intenciones de voto estimadas en encuestas, pero no hay una articulación real entre las intenciones y la urna en las calles.

Los priistas sabían muy bien que, a la hora del voto, es mejor tenerlo focalizado por calle y sección. Esa fue la tarea de la mítica Fuerza Mexiquense que profesionalizó Arturo Montiel y llevó a Peña Nieto a la presidencia del país.

Imagen: Capital Edomex

Hoy intentar contener una posible sanción electoral regalando candidaturas morenistas, resta más que sumar. Resta porque lastima a las bases orgánicas del partido en el gobierno, resta porque debilita la narrativa de continuidad para profundizar la regeneración nacional y resta porque bloquea la movilidad política de cuadros políticos propios y perpetua a los mismos de siempre, a las élites responsables de la polarización social del país.

Morena debe hacerse partido y no es desde un pragmatismo ingenuo como podrá lograrlo. Los nuevos huéspedes adoptados para tapar el vacío organizacional harán lo mismo que hicieron con los partidos nacionales históricos del PRI y PAN: carcomerlo y desecharlo para saltar a otro, que sea competitivo, que sea rentable y ocupable.

México necesita de un nuevo sistema de partidos y de nuevas reglas electorales para hacer funcionar la representación democrática en el nuevo Estado de Bienestar del siglo XXI.

Esa es una de las razones históricas de la elección de junio.

@Oscar_Juarez

Nota: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.