Por Oscar Juárez, politólogo.

Nueve piezas en el rompecabezas presidencial.

El próximo año habrá elecciones de gobernatura concurrentes en nueve entidades federativas del país: Tabasco, Chiapas, Veracruz, Morelos, Puebla, Ciudad de México, Yucatán, Jalisco y Guanajuato. El partido del presidente puede ganar seis, competir en dos y perder uno en el panista Bajío.

Escenario tendencial por varios factores que explican la alta aprobación presidencial entre franjas electorales no partidistas. El obradorismo tiene razones para el optimismo: más allá de los 600 mil millones de pesos programados en transferencias directas para gasto social, Morena tiene a su favor el buen momento de la economía mexicana marcado por la reactivación del empleo, la ampliación del consumo, el aumento salarial, la salud del peso y la re-localización de empresas generadoras de empleo digno que están apostado por un México de bienestar enrutado con el T-MEC. Hoy las preferencias de la coalición gobernante están en +50 de intención de voto, muy arriba del Frente X México.

La defensa local de la 4T.

El proceso interno de Morena para postular las llamadas coordinaciones de defensa de la transformación está regido por una convocatoria que coloca una serie de balances entre los gobernadores y el mando nacional para mantener la unidad política de un partido líquido de comité central que a su vez es una suma de diversos movimientos sociales articulado por el liderazgo carismático de AMLO.

La convocatoria marca un pronunciamiento no vinculante por parte de los consejeros estatales para proponer a la Comisión Nacional de Elecciones de Morena dos duplas por género y ser sometidas a análisis de sus respectivos perfiles; en todo momento, la instancia nacional podrá incorporar otros dos perfiles y, como ha señalado el presidente del CEN, hasta otros dos aspirantes, para un total de ocho perfiles en la encuesta política para determinar la figura de coordinación estatal que acompañará a Claudia Sheinbaum en este periodo previo al inicio de las pre-campañas formales.

La encuesta política de Morena.

La operación política y metodológica de la encuesta política morenista pondera la identidad con el movimiento, la preferencia partidista y el balance de imagen de cada aspirante para definir el perfil más competitivo que no necesariamente es el más popular. Esta característica técnica permite que los criterios de ponderación asignen más valor a las respuestas de los morenistas sobre panistas, priistas y apartidistas; es lógico, estamos en un proceso interno que recaba la preferencia de los partidarios de la 4T apoyándose en un ejercicio estadístico aleatorio.

¿Qué significa entonces que la preferencia morenista tenga un valor ponderado sobre la preferencia de un frentista opositor? Significa que los votantes probables de Morena definen a sus coordinadores estatales desde las coordenadas ideológicas del movimiento obradorista. La convocatoria, incluso, señala que serán sancionadas las “campañas de dispendio”, justo esos gastos opacos que rompen con el principio democrático de equidad en la competencia, con forma de marketing publicitario que como señala el propio presidente López: “más que ayudar perjudican a quienes incurren en esas viejas prácticas; el dispendio ofende al pueblo”. El brigadeo es agonal y apostolar, casa por casa, signo por signo.

Lo que está en juego.

El pueblo, esa categoría política moderna ilustrada, que aquí llamamos votantes, participa entonces en la primaria de Morena con un arsenal conceptual obradorista que configura, moldea y filtra los perfiles más afines con los principios de transformación centrados en la justicia social, la paz y la honestidad. El tiempo de las alianzas pragmáticas con el conservadurismo del viejo régimen del priato quedó atrás; hoy la fuerza electoral acumulada permite a AMLO conducir su sucesión presidencial, dirigir las sucesiones estatales, tejer los 300 distritos federales para asegurar su legado e ir por algo históricamente más ambicioso que la simple continuidad de partido en el gobierno: la consolidación de una sociedad de derechos, una nueva hegemonía cultural humanista y la construcción una nueva forma de Estado capaz de gestionar la barbarie de esta globalización desbordada que crítica atinadamente Zygmunt Bauman.

Es, en efecto, un cambio de régimen político.

Y para ello, Sheinbaum necesitará en estos nueve estados de los perfiles morenistas más fuertemente identificados con el proyecto nacional de largo aliento para la regeneración del país. Los dados presidenciales están lanzados.

Oscar Juárez

Nota: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.