Sin duda alguna, la mayoría de las personas hemos imaginado un futuro en el cual las condiciones sociales, políticas y económicas puedan alcanzar una estabilidad que nos garantice una mejor calidad de vida, pero, ¿hemos pensado en la administración de los recursos esenciales y finitos como el agua?
Nuestro futuro depende del agua, pero el agua comienza a escasear y simplemente no es suficiente para satisfacer las necesidades de todos. No obstante, es el recurso necesario para alcanzar una estabilidad ecológica que nos garantice sociedades más equitativas.
De acuerdo con una publicación del Banco Mundial, se estima que, “para 2030 la brecha entre la oferta y la demanda mundial de agua alcanzará el 40 %. Esta diferencia se ve exacerbada por el cambio climático, cuyas consecuencias se manifiestan principalmente en el ciclo del agua, a través de los fenómenos meteorológicos extremos. Se prevé que para 2050, tan solo las inundaciones y las sequías causarán pérdidas por valor de USD 5,6 billones en la economía mundial. Diversas investigaciones recientes muestran que durante los años extremadamente secos, el empleo se reduce en 2,5 puntos porcentuales. Al mismo tiempo, los servicios de abastecimiento de agua agravan el cambio climático: emiten grandes volúmenes de gases de efecto invernadero (GEI), consumen mucha energía y son ineficientes. Solo el sector de las aguas residuales genera alrededor del 10 % de las emisiones de metano causadas por el ser humano”.
Por ello es que, se necesita que nuestros gobernantes comiencen a concientizar y generar políticas públicas que garanticen un uso responsable y una eficiente administración de uno de los recursos vitalicios que tenemos… “el agua”.
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