Mtro. Aldo Antonio Trapero, académico del Instituto de Estudios Superiores para la Paz y el Desarrollo.

Todos los días interactuamos con diversas personas, algunas que son conocidas y cercanas y otras con las que no tenemos alguna relación; pero que, debido las diversas actividades que llevamos a cabo, se genera un espacio de intercambio y conexión. Nuestro actuar está impulsado por diversas posiciones, intereses y necesidades (PIN) que al ser consideradas como contraías por los demás en la buscada de sus propios PIN, propician un espacio idóneo para la gestación de diversos conflictos. También, es necesario precisar que el actuar de todas las personas conlleva una carga emocional y está nutrido de las diversas experiencias, de los marcos conceptuales que hemos desarrollado a lo largo del tiempo, de varios prejuicios y preconcepciones.

Debido a lo anterior, el conflicto puede ser entendido como esas fuerzas encontradas en las que una desea imponerse a la otra; es un suceso inevitable que está inmerso en todas las relaciones cotidianas y, por tal razón, es necesario que aprendamos a identificarlo y gestionarlo adecuadamente; con el objetivo de evitar que el desenlace del mismo sea negativo o violento.

El conflicto, tradicionalmente, ha tenido una connotación negativa y se ha relacionado con malestar, destrucción, violencia, ruptura, lucha, riña o tensión; no obstante, debido a que los problemas vislumbran que algo dentro de la relación o de los objetivos perseguidos no está coexistiendo correctamente; también los conflictos han sido considerados como oportunidades, motores de cambio, crecimiento, redefinición de relaciones y objetivos, reasignación de prioridades y progreso. Por ende, el conflicto no es bueno ni malo en sí mismo, pero la forma de abordarlo y sus resultados si pueden ser catalogados como positivos y negativos.

Al comprender que los conflictos son sucesos inevitables y que pueden ser un motor de cambio, descubrimiento, conocimiento y crecimiento; es importante comenzar a hablar de los mismos, identificarlos, conocer cuáles son sus causas, en qué etapa se encuentra, qué tipo de conflicto está emergiendo, quiénes son las personas involucradas en el mismo y cuál o cuáles son los mejores rutas de acción a tomar para poder gestionarlo positiva y constructivamente; con el fin último de brindarle un solución o una transformación.

Concientizar que nuestra interacción con los demás es un elemento detonador de diversos conflictos, nos permite responsabilizarnos de nuestro actuar individual y colectivo, y el primer paso es hablar de esos problemas que se presentan, puesto que negarlos o ignorarlos solo hace que escalen y estallen. Hablar del conflicto es el primer paso para gestionarlo y así, contribuir en la construcción de paz.

Mtro. Aldo Antonio Trapero Maldonado

Investigador del Instituto de Estudios Superiores para la Paz y el Desarrollo

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